La semana pasada EU y Rusia, mayores fabricantes de armas de destrucción masiva, firmaron un acuerdo que promete ser el primer paso para dejar atrás a la Guerra Fría.
Es así como planean defender su plan de No proliferación nuclear en la próxima cumbre sobre asuntos nucleares, que seguramente tendrá como tema central a la nueva amenaza: Irán.
Rusia y EU firman un nuevo inicio
La semana pasada, Moscú y Washington pusieron punto final –o al menos suspensivo– a las rivalidades que arrastraban desde que la Segunda Guerra Mundial dividiera Europa.
Tanto Barack Obama, presidente de EU, como su homólogo, Dimitri Medvedev, firmaron un documento que oficialmente es conocido como START, que promete ser el primer paso para la reconciliación de sus respectivas naciones.
De acuerdo con dicho tratado, Washington y Moscú se comprometen a reducir en siete años el 30 por ciento de sus arsenales nucleares, para fortuna de la seguridad mundial y del sistema nervioso de todos los demás países, que temblaban cada vez que había tensiones entre ellos.
Y es que Rusia y Estados Unidos poseen el 90 por ciento de las armas atómicas en todo el mundo. Una guerra entre ellos traería, sin duda, graves consecuencias en todo el planeta.
Desde la Guerra Fría, Moscú y Washington han creado ciertos lazos de tensión, siempre atentos el uno al otro, pero enfrentando desacuerdo tras desacuerdo.
En los últimos años, algunos de los acontecimientos que desembocaron en nuevos conflictos fueron la presencia de cascos antimisiles estadounidenses en Europa, la guerra entre Georgia y Osetia del Sur, así como la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el este.
La mayor parte de las tensiones entre EU y Rusia radican en que ambas pelean por no perder sus “zonas de influencia” internacional: en el momento en que uno de estos países siente amenazada su preponderancia, empiezan los problemas.
Y con todos estos desacuerdos, ¿qué fue lo que les obligó a unirse? Un nuevo escenario internacional en donde existen nuevas amenazas, principalmente en el Medio Oriente y más específicamente, en Irán.
El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, puede estar orgulloso de que uno de sus logros indirectos fue el acercamiento de dos potencias que han sido rivales por décadas enteras, cuyos gobiernos condenan sus políticas nucleares.
Por medio del documento START, Moscú y Washington acordaron la necesidad de imponer sanciones internacionales a Irán para disuadir a su régimen de seguir adelante con su plan nuclear.
Cabe recordar que el gobierno iraní asegura que sus actividades nucleares están encaminadas al abastecimiento de energía; sin embargo, la ONU y los países occidentales sospechan que se trata de una fachada que esconde la fabricación de armas de destrucción masiva.
Por lo pronto, el acuerdo firmado por Rusia y EU les ayudará a dar credibilidad a sus políticas de No proliferación nuclear, las cuales defenderán en la cumbre que se celebrará el próximo lunes y martes en Washington.
Dos golpes a la cumbre sobre asuntos nucleares
El foro nuclear contará con la participación de casi 50 líderes de Estado. Desgraciadamente, el de Israel no estará entre ellos.
Y es que ya desde hace unas semanas y a raíz del conflicto por los asentamientos judíos en territorio palestino, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, prefiere no encontrarse con Obama.
Netanyahu anunció que no asistiría a la cumbre con el pretexto de que no desea debatir el hecho de que su país también posee unas cuantas cabezas nucleares.
De acuerdo con el premier israelí, sus políticas nucleares no deberían estar bajo observación internacional, pues, en sus palabras, “la cumbre trata de seguridad y nadie piensa que Israel es un Estado terrorista”.
Es bien sabido que Israel posee arsenal nuclear; sin embargo, nunca lo ha reconocido y tampoco ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Sus aliados occidentales como Estados Unidos se han hecho de la vista gorda y nunca han cuestionado al gobierno israelí por estas ambigüedades.
No obstante, ahora las relaciones entre Israel y Estados Unidos han cambiado. Los desencuentros entre Washington y Tel Aviv han aumentado a raíz de la construcción de asentamientos judíos en Jerusalén Oriental, lo que ha provocado que el proceso de paz en Palestina se estanque.
Nadie puede culpar a Netanyahu de no querer volver a Washington, después de que Obama lo tratara con frialdad la última vez que lo visitó.
En dicha ocasión, el presidente estadounidense le exigió que congelara las construcciones, que devolviera el control de dichos territorios a los palestinos, y que no lo contactara hasta que le diera una respuesta.
Seguramente, Netanyahu, aún no la tiene.
En otros asuntos, Irán anunció pocos días antes de la cumbre que pretende acelerar sus actividades nucleares.
La semana pasada inauguró máquinas centrífugas que, según Ahmadinejad, son capaces de enriquecer uranio con mayor velocidad que las actuales.
Seguramente, este será el tema que acapare los debates en la próxima cumbre.
Kirguistán cambia de gobierno
Tras varias jornadas de manifestaciones, el presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev, fue desbancado del poder por la oposición, lo cual derivó en el establecimiento de un gobierno provisional llamado “Gobierno de Confianza Popular”.
Debido a los disturbios, el mandatario tuvo que abandonar la capital de la república centroasiática, Bishkek, a pesar de que señaló que no estaba dispuesto a renunciar.
Cerca de mil personas resultaron heridas en dichas manifestaciones y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, lo que provocó que el viernes pasado la ciudad se pintara de duelo.
La líder opositora, Rosa Otunbayeva, que por cierto solía ser la ministra de Relaciones Exteriores, declaró el jueves que había logrado el control total del país y que pretendía tomar las riendas por seis meses para luego redactar una nueva Constitución.
Mientras tanto, el mandatario depuesto aseguró que no dimitirá, aunque el Parlamento haya sido disuelto, y que está dispuesto a negociar con los líderes de la oposición.
Las revueltas comenzaron en la ciudad de Talas a raíz del alza de precios, la corrupción y el arresto de varios opositores. De acuerdo con Bakiyev, los inconformes lograron reclutar a muchos jóvenes mediante regalos, alcohol y dinero.
La inestabilidad política de Kirguistán podría ser un punto de alarma para Estados Unidos, ya que algunas de sus bases militares que apoyan a las operaciones en Afganistán se encuentran en este país asiático.
Hasta ahora, el presidente Barack Obama se ha mantenido neutral. De acuerdo con sus declaraciones oficiales, Washington no pretende apoyar a ningún bando… por el momento.
Y es que las fuerzas de oposición fueron lo suficientemente astutas como para declarar, inmediatamente después de derrocar al presidente, que estaban dispuestas a respetar el acuerdo con E.U. sobre el uso de las bases aéreas de Manas.
Mientras tanto, Otunbayeva ha pedido ayuda Rusia, para darle legitimidad internacional a su gobierno. No obstante, Moscú tampoco ha reconocido oficialmente al “Gobierno de Confianza Popular”.
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