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lunes, 12 de abril de 2010

Paulette y “El Mayo” Zambada, muestras de lo que somos

La violencia se asimila como parte de nuestra realidad cotidiana. De gran cantidad de notas relacionadas con el crimen organizado y la violencia generalizada viven muchos medios de comunicación.

Parece un fenómeno que, si se lucha contra él, no hay más garantía que la derrota. Da la impresión de que nos hemos rendido ante la violencia, ante el hecho de la miseria humana que la promueve e, incluso, la exalta.


Hace unos días, la pequeña Paulette Gebara desapareció. Sus padres lograron articular una intensa campaña para localizarla. Miles de personas en las redes sociales se solidarizaron con la familia. Días después, se hizo público que la niña había sido encontrada sin vida en su recámara.

¿Quién mató a la pequeña y con qué fin? Es lo que hoy se investiga. Sin embargo, llama la atención el hecho de que el manejo mediático –y por lo tanto, público– se haya hecho de tal manera que las sospechas son inevitables.

El caso de Paulette es tan sólo una muestra de lo que hoy parece una característica de nuestro país, de nuestra sociedad: a una pequeña se le arrebata la vida, los responsables del crimen no aparecen o son protegidos por las autoridades, y la sociedad se prepara para indignarse por el siguiente caso de injusticia que aparecerá en los medios. Un círculo vicioso al que nos hemos acostumbrado cómodamente.

¿Cuántos niños, cuántas personas hoy están siendo maltratadas y nadie se entera de esos casos? ¿Cuántas personas morirán hoy a base de violencia, a punta de pistola, en el humillante olvido de la barbarie?

Quizá esa pregunta pudo hacérsela Julio Scherer a Ismael “El Mayo” Zambada. Pero no fue así. El periodista, en una oportunidad como pocas, prefirió sensibilizar al capo preguntándole si tenía miedo de ser apresado y su opinión sobre la “guerra contra el crimen organizado” emprendida por el presidente Felipe Calderón.

El narcotráfico se ha metido en las entrañas de nuestra vida. Ese parece ser el mensaje de esa entrevista. Un periodista de larga trayectoria, de gran prestigio, se envuelve en la dinámica del capo. Voluntariamente o no. Y Zambada le dice que la “guerra contra el narcotráfico está perdida porque el narco está en la sociedad, arraigado, como la corrupción”.

De paso, aprovecha para dejar claro que habla frecuentemente por teléfono con Joaquín “El Chapo” Guzmán y que, si hay acuerdo, es probable que éste también acceda a tener una entrevista periodística.

Tan campechanos, ambos hombres están enfrascados en una batalla contra cárteles enemigos que ha costado algo más de 18 mil muertes. Aun con esa agenda, hay tiempo para dar entrevistas.

¿Y el Estado? ¿Dónde ha quedado aquella institución dotada del derecho al legítimo uso de la fuerza?

Hay quienes todavía preguntan por la solución a estos problemas. No hay más que la intransigencia contra la corrupción y la impunidad.

Porque admitir los vicios del amigo adicto, del vecino traficante, del compañero consumidor, del jefe que golpea a su esposa, de la mujer que es infiel a su marido, del estudiante que transa en sus pruebas, del que no respeta el tiempo ni la integridad de los otros, es abonar a la violencia, a nuestra destrucción social.

Tú, ciudadano, tienes una gran responsabilidad qué cumplir. ¿Qué esperas?

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