Es increíble que en la era en que vivimos, de Internet, de las tecnologías de la información, de la nanotecnología y muchos otros avances tecnológicos y económicos, veamos destellos de lo que sería un futuro –no muy lejano– sin agua.
La falta de lluvias en el Valle de México afecta gravemente las presas que abastecen al sistema Cutzamala, esto obliga a las autoridades a restringir gradualmente el abasto. Desde las casas más lujosas hasta las más humildes son afectadas ante tal eventualidad.
Se dispone de las pocas reservas con que cuenta nuestra ciudad, incluso aquéllas que no fueron planeadas para tales fines, como es el caso de la presa Madín.
Es triste que durante mucho tiempo la mayoría de nuestros cuerpos de agua no hayan sido vistos ni tratados como fuentes de salvación, sino, como basureros o drenajes.
¿Será que creemos que lo que cae al agua se oculta?, ¿que en ella lo sucio se lava?, o simplemente es una visión egoísta y mezquina de corto plazo: "Yo resuelvo mi problema ahorita, el mañana no me importa".
Por si fuera poco, los acuíferos se han sobreexplotado a niveles inimaginables. Hoy estamos viendo un futuro que nos alcanzó, un futuro de magnitudes catastróficas; aquellos acuíferos –que por cierto ya no se recuperan– se comienzan no sólo a secar, sino que causan otros problemas, pues incluso han provocado hundimientos en calles y terrenos en el Valle de México.
Parece que, por algun motivo, no creemos lo que es más que obvio: los árboles son fuente de recarga de los acuíferos y nos ayudan a mantener la temperatura regional más baja; a la vez, mientras más árboles tenemos (zonas arboladas, boscosas, etcétera) cae más lluvia, y viceversa.
Hoy en día para construir desarrollos habitacionales, ademas de destruir calles, avenidas y explanadas de cemento, somos capaces de derrumbar bosques completos. Yo les pregunto: ¿Cuánto vale una gran mansión en una zona residencial exclusiva, pero que sólo tiene un pequeño detallito: ¡no tine agua!? Indudablemente su valor se reduce de manera exponencial, prácticamente no valdría nada.
Vivimos un futuro que nos alcanzó y se convirtió en presente, primero con el agua potable que inició como una necesidad de sanidad y ahora su adquisición depende de su disponibilidad.
No parece descabellado afirmar que llegará el día en que para bañarnos, para jalarle al escusado, lavar la ropa y realizar otras actividades se utilice agua transportada a nuestos hogares por medio de contenedores.
¿Por qué?, pues porque si no la cuidamos ni la pagamos, las autoridades no pueden dar mantenimiento a la infraestructura que permite que llegue a nuestras casas. Si ahora no realizamos nuestras contribuciones correspondientes, llegará el día en que pagaremos un precio muy alto; el día en que 10 minutos de un baño con agua de garrafón nos costará 180 pesos (en el mejor de los casos). ¿Se imaginan? ¿Un regaderazo de 180 pesos por cada integrante de la familia?
¡Y ni hablar de pagar 20 pesos cada vez que le jalemos al escusado! ¿Y qué tal el lavado del coche? ¿Estaríamos dispuestos a sustituir la manguera por dos o tres tanques de agua y gastarnos unos 60 o 100 pesitos por lavada?
Este escenario tentativo se daría en caso de que los costos de los tanques que hoy oscilan cerca de los 20 pesos no se convirtieran en precios exorbitantes a causa del pánico y el caos, algo que creo muy probable.
Por todo lo anterior, los invito a una reflexion: si el agua es la fuente de nuestra vida, ¿por qué no la cuidamos?; ¿dónde nos perdimos?, ¿por qué dejamos de estudiarla, de proponer medidas para sus sustentabilidad?
El agua es un recurso mucho más importante que el petróleo, creo que todos debemos volver a lo esencial; tomar consciencia y emprender acciones, luchar contra la deforestación que destruye la posibilidad de recarga de los acuíferos; participar para cuidar y proteger nuestras pocas fuentes de abastecimiento.
Debemos cuidarla y pagar lo que vale que, francamente, hoy es un regalo.
Enrique Espinosa
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