Cuando estamos a punto de terminar la preparatoria, llega el momento de decidir qué carrera queremos estudiar. Pero algo tan personal e importante, se convierte en una tortura cuando la familia, amigos o profesores nos dicen: “No deberías estudiar eso, mejor dedícate a…”, “estás loco, te vas a morir de hambre”, “eso es un oficio, no una carrera”.
Y entonces, si queríamos estudiar algo que nos ilusionaba y que verdaderamente nos gustaba, como Historia del Arte, Enfermería, Música, Actuación o Filosofía –usualmente son las carreras que más rechazan los padres–, tenemos que prescindir de nuestros gustos para hacer lo que todos esperan de nosotros y elegir una “verdadera carrera” en donde tengamos un “futuro asegurado”.
Es decir, los sueños y planes a futuro propios se empiezan a desmoronar y son sustituidos por los de otros, en especial por los de la familia, que esperan que seamos el quinto abogado de la casa para seguir la “tradición familiar”, que nos hagamos cargo del negocio familiar o que estudiemos lo que papá o mamá no pudo cuando era joven, porque –paradójicamente– no lo dejaron.
De hecho, tres de cada 10 jóvenes en México no han elegido una profesión de acuerdo a sus intereses, aptitudes y gustos. La mala elección se debe a que seleccionan una carrera por presión familiar o porque creen que en ella serán exitosos o tendrán mejores ingresos, aunque ésta no les satisfaga. ¿Entonces, dónde quedan la felicidad y la realización personal?
El asunto no termina con un final feliz cuando se elige la carrera que los demás consideran ideal, ya que cuando se está estudiando una profesión con la que uno no está del todo de acuerdo, es muy frecuente la deserción o, incluso, hay señales de descontento, irritación y depresión, las cuales se extienden a las relaciones personales.
En México, cerca de 35 por ciento de los profesionistas que se desempeñan en el mundo laboral actualmente, no están satisfechos con la profesión que eligieron.
Y aunque en parte los culpables de este fenómeno son los padres, hay que señalar que ellos actúan con buenas intenciones, porque creen conocer a sus hijos mejor de lo que ellos mismos se conocen y buscan lo óptimo para éstos.
También es posible que crean que sus “retoños” siguen siendo niños y olviden que están por convertirse en adultos, por lo que deben de ser tratados con madurez y brindarles información que los ayude a que ellos mismos tomen decisiones.
Como estudiantes es importante escuchar las experiencia que nuestros padres pueden transmitirnos, analizar objetivamente nuestros gustos, deseos, actitudes y recordemos que para ser exitoso en cualquier carrera lo primordial es sentirnos apasionados por ésta, para que así podamos tomar con seguridad la decisión de qué queremos estudiar.
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