Ya pasó enero y nada. Es febrero y sigue sin pasar algo. Llegará marzo, pasaremos las elecciones de julio en las que se renovarán 12 gubernaturas estatales. El país seguirá su marcha. Es inevitable preguntarnos: ¿Hacia dónde camina nuestra nación? ¿Hacia dónde la estamos llevando los ciudadanos? ¿Podemos esperar algo de los políticos que dicen representar nuestros intereses?
Las noticias de políticos, partidos y organizaciones saturan los medios de comunicación masiva. A través de éstos nos enteramos de lo que acontece en nuestra vida pública.
Así hemos sabido que el PAN y el PRD se aliarán para competir por algunas gubernaturas estatales, que la violencia ocasionada por el narcotráfico sigue en aumento y que las inundaciones de semanas anteriores lastimaron de forma irreversible las condiciones de vida de cientos de familias mexicanas. ¿A dónde se dirige el país?
Del conjunto de la clase política, ¿quién de ellos ha sido capaz de diseñar proyectos de largo aliento para beneficio de la sociedad mexicana?
Se puede argumentar que ahí están los proyectos de reformas: política, laboral, fiscal (otra vez, dada la inutilidad de la anterior), educativa, entre muchas otras. Lo cierto es que varias de estas propuestas siguen pendientes, debido a la falta de voluntad política de hacerlas proceder.
¿En qué coinciden PAN, PRI y PRD? Nos gustaría pensar que todos buscan eliminar la pobreza, que desean un sistema educativo funcional y no capturado, que se empeñan en proteger los derechos de los trabajadores, que trabajan por construir mecanismos de mercado adecuados para promover la iniciativa privada. Es cierto y decepcionante que así no funciona México.
El PAN está muy preocupado en responder a los intereses del gobierno en turno. Como ejemplo, la selección de candidatos que competirán por las gubernaturas estatales en julio próximo. La imposición antes de la competencia. Este partido, seducido por las mieles del poder, sometido al poder mismo, ha perdido rumbo, objetivos, claridad.
El PRI, al contrario, obsesionado con volver a la Presidencia de la República. Ahí tienen un par de precandidatos muy apuntalados. Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones se miran a sí mismos como potenciales competidores en la carrera presidencial. El resto de sus militantes, conocedores de la disciplina de grupo, se asumen ya como parte del proyecto del partido.
El PRD, o lo que queda de ese partido, sigue envuelto en divisiones internas. Andrés Manuel López Obrador abona a su proyecto presidencial. Del mismo modo, Marcelo Ebrard se mueve y actúa en función de sus posibilidades de ser candidato del PRD a la Presidencia. El partido todo, de la mano del PRI, ofendidos por la participación de la Iglesia Católica en la vida pública, promueven leyes para arrinconarla y amordazarla lo más pronto posible.
PRI y PRD, asumiéndose herederos del espíritu anticlerical y antirreligioso, propio del pensamiento jacobino más rancio, de la mano de académicos progresistas (Carlos Monsiváis, José Woldenberg, Juan Ramón de la Fuente, entre otros), promueven leyes laicistas que no abonan a la unidad de la nación y que niegan el hecho religioso que ésta aloja.
Mientras tanto, el PAN, timorato y acobardado, avala dichas leyes en contraposición a su naturaleza defensora de los derechos fundamentales.
Sobre las alianzas PAN-PRD, ¿quién es el verdadero beneficiado? ¿Alguien encomendó al PAN o al PRD la misión de rescatar a la sociedad mexicana del malévolo PRI? ¿Podrá el PAN o el PRD, de naturalezas distintas, renegar de sí mismos? ¿El fin justifica los medios para unos y otros?
Y seguimos preguntando: ¿A dónde va el país? ¿A dónde lo estamos llevando? ¿A dónde permitimos que lo lleven?
A todo esto, ¿y los ciudadanos de México? No se necesita ser un especialista para afirmar que la participación ciudadana en nuestro país, si bien todavía incipiente, ha aumentado de forma considerable en los últimos años.
Pero todavía falta mucho trabajo. Es tiempo de pensar con mayor detenimiento qué tipo de participación ciudadana queremos. No es suficiente participar, es necesario que los ciudadanos asumamos como propios los problemas que vivimos cotidianamente y que el Estado no alcanza a resolver.
No se trata de suplir el trabajo gubernamental, sino que los ciudadanos nos entendamos interpelados por los problemas que diariamente observamos y, más aún, padecemos. Requerimos mucha más organización vecinal que rompa con la inercia inmovilista que sufrimos.
Es nuestro deber ser factor de cambio. Que la clase política se dé cuenta de que hay un México despierto, que ellos no alcanzan a mirar, que desea transformar nuestra realidad nacional. Cada momento es importante. Empecemos desde hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario