En las últimas semanas nos han mostrado, sobre todo en la televisión, la llegada de emigrantes negro-africanos procedentes de Mauritania y Senegal a diversas costas europeas.
Se han activado las alarmas y los gobiernos han llevado a cabo una intensa actividad diplomática para proceder a la repatriación. Hay otros emigrantes que no llegan a Occidente en cayucos ni pateras. No se les ve y no se habla de ellos. Son investigadores, informáticos, médicos, profesionales... África pierde sus mejores cerebros en beneficio de Occidente.
Más de mil africanos han muerto este año al tratar de alcanzar las islas Canarias, según la Cruz Roja española. Otros 10 mil o 15 mil tratan de entrar en la “fortaleza europea” desde Mauritania y Senegal. Cerca de 1 millón de africanos emigran cada año hacia los países del Norte, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Por otra parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que 20 mil de estos africanos son titulados en medicina, económicas, enseñanza e ingeniería, unos sectores afectados por la falta de personal en África.
Durante la segunda conferencia sobre inmigración africana, celebrada en febrero de 2006 en Nairobi, capital de Kenia, los expertos aseguraron que actualmente en Europa y Estados Unidos viven 300 mil profesionales africanos, de los cuales 40 mil tienen un doctorado. Mientras tanto, los gobiernos de África gastan anualmente 4 mil millones de dólares para contratar a 100 mil profesionales extranjeros.
Según la South African Network of Skills Abroad (SANSA), una agencia sudafricana de captación de cerebros, cerca del 60 por ciento de los emigrantes titulados universitarios viven en seis países extranjeros; más de la mitad en Australia, Reino Unido y Estados Unidos. Esta agencia señala que el 30 por ciento de los doctorados por la Universidad de El Cabo han emigrado.
Un problema internacional
Los países industrializados necesitan cada vez más dos categorías de inmigrantes: los que están dispuestos a aceptar empleos mal pagados, duros y peligrosos, rechazados por los habitantes del lugar, y profesionales altamente cualificados, como los informáticos, ingenieros, médicos y enfermeros. Actualmente, Estados Unidos necesita 126 mil enfermeros, y este déficit podría alcanzar 800 mil de aquí a 2020.
La falta de personal lleva a los países desarrollados a realizar grandes campañas de reclutamiento en el extranjero, lo que no aceptan todos los países africanos. Recientemente, Sudáfrica pidió a las autoridades canadienses que dejaran de reclutar a su personal médico cualificado. En la provincia de Saskatchewan, en Canadá, más del 50 por ciento de los médicos se han formado en el extranjero, y por lo menos la quinta parte de los mil 530 médicos de la región se han iniciado en Sudáfrica.
Los países europeos tienen a menudo un comportamiento ambiguo. Francia abogó en París por “una inmigración selectiva” para el continente africano y dos semanas después defendió en Bamako, capital de Malí, el "desarrollo".
La política de inmigración selectiva que Francia está a punto de aplicar supone un aliciente para la fuga de cerebros. Primero, porque el 60 por ciento de la población africana tiene menos de 25 años. Y, como recordó el presidente francés Jacques Chirac durante la última cumbre Francia-África, celebrada en diciembre de 2005 en Bamako, “la juventud africana puede representar una gran suerte si se le ofrece unas perspectivas, o una gran amenaza si se siente privada de toda oportunidad”.
Para otros, en cambio “la inmigración selectiva”, como ha subrayado el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Alpha Oumar Konaré, equivale de hecho a “negar a África el derecho al desarrollo”.
Nuevas estrategias, viejos problemas
Incapaces durante muchos años de organizar el desarrollo duradero de sus países a partir de sus recursos humanos, los gobiernos africanos han tomado conciencia del problema y quieren invertir la tendencia.
La SANSA reconoce que cinco de las grandes universidades sudafricanas siguen en contacto con al menos 22 mil titulados instalados en el extranjero. Existen cada vez más iniciativas que fomentan la contribución de los millones de africanos emigrados al desarrollo del continente.
El gobierno de Malí ha puesto en marcha un programa de apoyo a los proyectos presentados por emigrantes malienses que desean regresar a su país, gracias a un fondo de 5 millones de euros (más de 3 mil millones de francos CFA). Se calcula que unos 350 malienses se han beneficiado de este fondo desde 2003. Esta cifra está muy por debajo de los 4 millones de malienses que viven en el extranjero y que aportan anualmente unos 120 mil millones de francos CFA a la economía de su país.
No obstante, la experiencia de Malí interesa a Senegal, donde las aportaciones económicas de los emigrantes alcanzan los 350 mil millones de francos CFA cada año. Así se manifestó durante el Foro Internacional sobre “Migraciones y co-desarrollo” celebrado en Dakar, capital de Senegal, del 8 al 10 de marzo de 2006.
Asimismo, la OIM pretende movilizar los conocimientos adquiridos por los africanos en el extranjero en beneficio del desarrollo de África a través de su programa "Migración para el Desarrollo en África".
Ya está en marcha el proyecto de Salud en Ghana, iniciado en enero de 2005 y que finalizó en junio de 2007, que permite a los médicos ghaneses que viven y trabajan en Holanda y otros países de la Unión Europea transferir sus conocimientos, habilidades y experiencia a través de estancias temporales en hospitales de Ghana.
Sin embargo, una tendencia de regreso está lejos de compensar las salidas. Mientras persistan los factores que conducen a la emigración, sería ilusorio pretender resolver la falta de personal en el continente por una vuelta inmediata de los profesionales africanos. La Organización Mundial de la Salud estima en un 50 por ciento la proporción de médicos africanos susceptibles de dejar su país. Esta cifra alcanza el 68 por ciento en Zimbabue.
A menudo, los gobiernos africanos tienden a contratar a expertos extranjeros sin tener en cuenta a los profesionales disponibles en los países o a los que se podría convencer de que regresaran. En 1990, Burkina Faso contrató a 800 extranjeros titulados universitarios, según el PNUD, mientras un número equivalente de titulados burkinenses estaba en paro.
A esto, se añade el deterioro del clima sociopolítico en varios países africanos antiguamente receptores de inmigrantes. Costa de Marfil, antaño paraíso de los emigrantes del África Occidental, se ha hundido en una guerra civil desde hace casi cuatro años.
Zimbabue, que atraía a emigrantes africanos en busca de empleo, conoce un éxodo masivo de sus profesionales debido a la actual crisis política y económica. La Asociación Nacional de Trabajadores Sociales de Zimbabue calcula que la mitad de sus 3 mil miembros ha emigrado al Reino Unido estos 10 últimos años.
Además, los profesionales que regresan a su país deben encontrar también un trabajo. Hasta hace unos años, Gambia no tenía universidad y debía invertir una parte importante de sus fondos públicos en la formación de sus profesionales en el extranjero. Pero éstos no regresaron porque corrían el riesgo de engrosar la lista de parados.
La inmigración no es sólo una consecuencia del subdesarrollo: es incluso una de sus causas más decisivas.
cortesía de Mundo Negro
Jean-Arsène
No hay comentarios:
Publicar un comentario