LO QUE UNO SE ENCUENTRA EN LA CALLE
“¡Vieja pendeja! ¡Quítate, que estorbas!” Gritó un varón taxista a una mujer que buscaba un lugar para estacionarse en una calle de la ciudad de México. Ella no detenía el tráfico como para ser insultada.
No sé qué nos pasa a los mexicanos, pero por estos días parece que andamos algo alterados. ¿Es por el miedo que produce la inseguridad? ¿Por la crisis económica que nos hace pagar más impuestos y que disminuye nuestro poder adquisitivo? En fin, ése no era precisamente el tema.
Y ni hablar de lo que se siente en el centro del pecho cuando observas que una mujer es golpeada, cuando es humillada por alguien que dice amarla. Soy hombre y he presenciado violencia física contra alguna mujer. He visto muy de cerca los efectos que producen en familias el hecho de que una mujer sea golpeada.
He escuchado a los hijos de esas familias preguntarse: “¿por qué se pelean mis papás?” Y no he tenido respuestas claras y comprensibles para ellos. Sé que no soy el único ni el primero que ha vivido situaciones así, aunque sí me gustaría ser el último.
EL FEMINISMO DESDE LA ÓPTICA DE UN HOMBRE
Los movimientos feministas de finales del siglo XIX y principios del XX que se gestaron en algunas partes de Europa tenían como objetivo lograr que las mujeres tuvieran acceso a privilegios y bienes equiparables a los de los hombres: educación, trabajo, participación pública. Históricamente la mujer había sido relegada en la cultura occidental, de modo que su rol se veía disminuido por el destacado papel que el hombre jugaba tradicionalmente.
El reclamo era justo. Ello se demostró con el paso del tiempo, en la medida en la que las mujeres conquistaban su derecho al voto y posibilidades de acceder a mejores puestos de trabajo y de participar en la vida pública. Sin embargo, con el paso del tiempo el feminismo perdió rumbo y se radicalizó.
Ese justo reclamo se convirtió en un sinsentido. El afán de equipararse al hombre llevó a estos movimientos a renegar de la maternidad. Estas mujeres pensaban que, dado que los hombres no “sufrían” el hecho de la maternidad, ellas tampoco tenían una razón para hacerlo.
Es por ello que hoy entendemos los argumentos que escuchamos casi todos los días referentes a la libertad de elegir sobre el propio cuerpo, sobre el ejercicio de la sexualidad, sobre la posibilidad de abortar si es que la criatura no conviene a los planes de la madre, entre muchos otros. De hecho, es esta visión la que da sentido a la “ideología de género”, ya que la confusión sobre la propia identidad de la mujer y del hombre mismo ha llevado a cuestionar el papel que cada uno desempeña en el mundo de hoy.
Es, en fin, el motor de una visión que no reconoce a las mujeres y a los hombres en la dignidad que tienen como seres trascendentes. A partir de esta visión no es posible comprender que la mujer es el ser que está dotado del don de la maternidad y que, en vez de negar el hecho, puede asumirlo y vivirlo en plenitud. Querer negar la realidad es una característica de los necios.
DE CÓMO HOY SON VIOLENTADAS LAS MUJERES
Hoy, algunas mujeres ya gobiernan países, presiden Cortes de Justicia, dirigen organizaciones civiles. Hay mujeres abogadas, médicas, psicólogas, economistas, veterinarias. De la profesión que guste. Millones de mujeres han accedido a los cargos y empleos por los que históricamente lucharon.
En 1999 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consideró necesario establecer el 25 de noviembre de cada año como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Aun cuando las mujeres han cobrado un papel histórico mucho más relevante en la vida del mundo, lo cierto es que la violencia contra ellas se sigue manifestando de muy diversas formas.
Se arguye que la prostitución es el oficio más antiguo de todos los que conocemos. A cambio, podríamos decir que también es la forma de humillación hacia hombre y mujer más antigua del mundo. Pero no sólo ésta es una forma de violencia contra la mujer.
La mujer es la clave para el desarrollo de las sociedades. La explotación laboral, el tráfico de mujeres, la explotación sexual, el aborto y la promoción de la homosexualidad sólo minan la dignidad y la condición de la mujer. En México, además, tenemos una muy arraigada cultura machista que busca el predominio del hombre sobre la mujer. Nada más errado.
La violencia contra las mujeres no es sólo física. Muchas veces es más hiriente y causa más estragos la humillación psicológica que los golpes desmedidos.
Es cierto que los gobiernos en nuestro país han implementado políticas que pretenden erradicar la violencia contras las mujeres. Ahí están, por ejemplo, las legislaciones que determinan cárcel para los agresores en la familia. Sin embargo estos esfuerzos siempre serán insuficientes si no se reconoce el verdadero papel que tiene la mujer en la sociedad, que es como motor de desarrollo comunitario.
Si nuestras políticas públicas desconocen la dignidad de la mujer como madre y como agente de cambio, cualquier empeño resultará infructuoso. Las mujeres y los hombres no son enemigos. Somos dos seres que nos complementamos mutuamente.
A MANERA DE CIERRE
Los movimientos que reivindican a las mujeres pierden de vista que las mujeres no sólo contribuyen en su participación en la vida pública, sino que su legado e influencia permea aún más cuando se hace a través de su propia descendencia. No hay duda que el hombre no tiene la vocación a la maternidad, sino únicamente la mujer.
Las crisis que vemos en el mundo no son sólo por los lugares comunes que todos conocemos, falta de valores y crisis moral. El error de muchas mujeres con el que contribuyeron –y contribuyen– a esta crisis es que se creyeron aquella falacia de que era necesario emanciparse del hombre y se olvidaron de su verdadera dignidad.
No sé qué fue del taxista del que hablé. No sé si tiene esposa, hermanas o hijas. Lo que sí sé es que a ellas no podrán esperar mucho de un hombre que se atreve a insultar a una mujer. No sé qué puede esperar una esposa que es golpeada y humillada por un esposo que dice amarla. No sé qué futuro le espera un par de niños que son testigos de golpes y gritos en su propia casa.
Me quedaría tranquilo si estos fueran un caso aislado. Pero la violencia contra las mujeres, más allá del discurso hipócrita del feminismo radical, es un fenómeno latente, que vive y se desarrolla en nuestro país, ante el que nuestros políticos han cerrado los ojos. Y muchos, aún peor, lo solapan y promueven.
eso es un fenomeno desgraciadamente comun en el mundo. Aqui en europa, el trofeo es España que lo tiene, es el pais europeo en el que la violencia de genero es la mas conocida y reconocida.
ResponderEliminarRecuerdo cuando vivia alla, que en las calles siempre habian carteles para ayudar a las mujeres, conferencias, numero de telefono para denunciar, etc..
Eso me chocó un poco porque aca en Francia hay peleas, pero es mas acoso moral.
Sin embargo el fenomeno esta llegando aqui tambien.
Recuerdo que el mes de noviembre pasado, una mujer vino a hablarme al respecto, porque si habia el Dia sin violencia contra las mujeres, y teniamos que reaccionar a proposito.
Lo bueno es que aqui la mentalidad no es la misma, y tenemos menos miedo ir a la policia para denunciar a su marido, a su vecino, etc. Siempre hay asociaciones que te ayudan, que te acogen si te queda sin casa..
Todo eso para mostrar que aunque han pasado siglos, la mujer queda el sexo debil del que los hombres se otorgan el derecho de abusar para mostrar su "virilidad". Vergüenza.