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jueves, 25 de marzo de 2010

Apoyar a la mujer no es sinónimo de muerte

Desde hace 15 años la comunidad internacional entendió que establecer la igualdad de la mujer era importante para el desarrollo humano, por lo que se estableció la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la cual ha tenido como objetivo promover los objetivos de igualdad, desarrollo y paz para todas las mujeres del mundo y cada año realiza una cumbre internacional para darle seguimiento al tema.

Cuando su instauración, fue la mayor reunión de representantes gubernamentales, y contó con un foro paralelo de alrededor de 35 mil personas.


Hasta aquí todo suena perfecto, pero como en muchas historias hay un lado oscuro. Dentro de los puntos que defiende la declaración se encuentra el siguiente: “El reconocimiento explícito y la reafirmación del derecho de todas las mujeres a controlar todos los aspectos de su salud, en particular su propia fecundidad, es básico para la potenciación de su papel”.

Un argumento que aunque puede parecer algo ambiguo, desgraciadamente pierde el camino de mejorar a la humanidad, pues sustenta que la mujer puede decidir sobre su fecundidad y por lo tanto, sobre otro ser.

Es decir, se defiende la idea de que para que la mujer pueda tener igualdad de género no tiene que ser forzada a ser madre, por lo tanto, no se le tiene que obligar a tener un hijo que no desea y puede decidir cuándo es el momento más adecuado para convertirse en mamá.

Pero el gran problema es ¿qué pasa si será madre y no desea al hijo? ¿Acaso una mujer puede decidir sobre otra vida? Y dado que estamos en el tema de defender a la mujer, ¿una mujer puede quitarle la vida a otra futura mujer?

Al parecer nos encontramos con una contradicción, pues se provoca que una mujer le pueda quitar sus derechos a otra, y al final, en vez de avanzar hacia una igualdad, retrocedemos y hasta nos convertimos en asesinas.

Hay quien puede objetar lo antes dicho con el argumento: un embrión aún no es una mujer, pero lo importante es que lo será (acaso no a veces nos preocupa más el futuro que el presente), y aún así, ya es un pequeño ser que merece vivir.

También podríamos argumentar: “Bueno, sólo si el producto es una mujer se le debe respetar la vida, para que de esta manera no sea una la que lastime a otra futura dama, pero entonces caemos en el juego de la desigualdad que tanto buscamos erradicar.

Es cierto que en otros aspectos la labor de la Cumbre de Beijing es encomiable; sin embargo, debe de darle mayor impulso a la mujer como núcleo de la vida familiar, ya que la familia es la unidad básica de la sociedad y la que puede lograr su desarrollo.

Defender la vida no es cuestión de religión, sino de crear una mejor humanidad que pueda vivir en armonía.

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