La conmemoración del natalicio de Benito Juárez fue el pretexto perfecto para que se nos concediera un puente. Sin embargo, los mexicanos vivimos cuatro días que lejos de traernos relajación, nos dejaron una sensación ya no de miedo, sino de pavor.
Muertes por aquí, muertes por allá, un total de 48 ejecuciones en sólo un fin de semana. Todo, menos gozo, tranquilidad o diversión. Las cosas cada vez empeoran un poco más.
Sin embargo, y pese que para nosotros la palabra muerte desgraciadamente ya es algo cotidiano, esta jornada de violencia destacó por la muerte de tres personas vinculadas al consulado estadounidense. Con el regaño de Barack Obama, de Hillary Clinton (secretaria de Estado de EU) y hasta de Stephen Harper (presidente de Canadá), a Calderón no le quedó de otra que adelantar su tercera visita a Ciudad Juárez.
Una vez en el centro del huracán, el presidente Calderón presentó el seguimiento de sus programas de reconstrucción social, y protagonizó un discurso de reprobación y motivación dirigido a todos aquellos juarenses que no pierden la esperanza de que el problema se resuelva.
Esta vez fueron tres vidas las que ocasionaron el alboroto, pero ¿cuántas más se han perdido a lo largo de esta ola de violencia? pareciera que las mexicanas simplemente no gozan del mismo respaldo y preocupación.
Luego de lo sucedido y con ciertas susceptibilidades heridas, el gobierno estadounidense y también el canadiense, están recomendando cancelar cualquier tipo de viaje a las zonas peligrosas de la República. Claro, también más rápido que aprisa, tramitaron los regresos de sus connacionales. Todo parece indicar que salir corriendo se está convirtiendo en la única solución.
Salinas al micrófono
En los últimos días, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari ha hecho gala de su analítica naturaleza. Apenas hace dos semanas, se robó los titulares cuando declaró que a México le urgía nacionalizar la banca… curioso, cuando fue él mismo quien la privatizó. Doblemente curioso, cuando coincidió con el ofrecimiento que Citigrup le hizo a su archienemigo, el doctor Ernesto Zedillo Ponce de León, para formar parte de su Consejo de Administración. ¿Será que con sus declaraciones quería hacer especial hincapié en Banamex?
Ahora, en Madrid, también se le presentó la oportunidad de hablar y lo hizo. Salinas alabó la valentía que Calderón muestra al combatir el narcotráfico, habló de Obama y sus tácticas estadistas, e incluso dejó en claro que las alianzas son parte del diálogo en cualquier sistema político.
Parece que la opinión de nuestro afamado ex mandatario –seguramente por su notable reputación– está volviendo a cobrar peso. ¿De verdad nos interesa saber lo que Salinas tiene que decir?
Ojalá que pase pronto su gusto por externar sus opiniones, pues de lo contrario, en poco tiempo podrá manifestar que su estimado Enrique Peña Nieto es la opción que México necesita. Es cuestión de tiempo para que le dé formalmente su patadita de la buena suerte… sólo sigan dándole los micrófonos.
Lo que nos faltaba… ahora son piojos
Por si la situación de extrema violencia no ensombreciera suficientemente el panorama del país, una nueva epidemia nos ataca. No, no es la influenza ni tampoco el síndrome del politicus mentirus… ahora son los piojos.
Más de 200 casos de niños contagiados por lo que científicamente se llama pediculosis pero que en realidad no se trata de otra cosa que piojos brincoteando en la cabeza de los pequeños.
El número de casos en ascenso empieza a alarmar a la autoridades. Recientemente Armando Ahued, secretario de Salud del DF, dio a conocer su plan para combatir el problema. Además de las medidas de higiene recomendadas, el secretario propone separar a los niños que tengan piojos de los que no. Asimismo, se les entregará una botellita de champú especial para que los niños vayan a bañarse.
Habría que decirle al secretario y a los directivos escolares que además de revisarles la cabeza y entregarles productos de limpieza, también tendrán que ofrecerles una cuota para la terapia que los niños necesitarán en el futuro, pues seguramente no será nada fácil sobrellevar este tipo de señalamientos. Definitivamente si de tacto y consideración se trata… ahí sí sabemos cómo.
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