Canciones del net0e

viernes, 19 de marzo de 2010

La adicción al rumor

El rumor tiene marca de origen

Somos un pueblo al que le encanta el rumor; a los políticos les fascina el “radio-pasillo”; en los programas de espectáculos, el rumor sobre tal o cual comportamiento de un actor o de una cantante, se vuelve material de varias semanas para generar “reportajes de color”. En la Bolsa de Valores basta y sobra con que se genere un chisme sobre cierto tipo de acciones, para que se provoque una verdadera fuga de capitales o, incluso, llegue a tronar una sociedad debido a los cuchicheos que existen sobre ella, o sobre algún tipo de producto o servicio comercializado.


Si a mis gallardos lectores y maravillosas lectoras, les pudiera parecer excesiva la afirmación, les rogaría recordar el traído y llevado tema del pedal de frenos de los vehículos Toyota o los problemas del motor que dio a conocer Honda; o las fallas recientes de los Nissan.

Diga usted si no. A alguien que usted conoce le llegó “un rumor de buena fuente” de que la gasolina va a subir para el día de mañana. No se preocupe. El “dato” le llegó a varios cientos de paisanos suyos, que están haciendo compras de pánico, atiborrando las gasolineras y, lo que es probable: cuando le toque su turno, se aparezca un fulano con cara de Marcelo Ebrard disertando sobre el “conservadurismo”, para decirle una frase lapidaria: “¡ya no hay jóvenes! Se nos terminó la gasolina”.

No se diga, por ejemplo, cuando hay un choque en esa avenida que está cerca de la casa, o que algún “chimeco” atropelló a un señor. ¿Se ha fijado usted cuánta gente tiene el poder de dominar y controlar el tiempo, como para pasarse las horas frente al accidente? El observador no hace nada. No llama a la ambulancia ni tampoco a la policía. No ayuda a los socorristas ni a los victimados. No se mueve de ahí.

Es testigo de la historia, pero un testigo mudo, sordo. Sólo le interesa estar atento a los rumores, con el fin de emitir un laudo condenatorio o exculpatorio. De acuerdo con los chismes, se erige en autoridad jurisdiccional y dará a conocer una resolución inapelable.

Hasta en el futbol se presentan los rumores. Con base en tales, se procede a dar un segundo paso: la especulación. Nadie sabe y nadie supo, si “El Vasco” Aguirre volverá a llamar al muy maltratado, alicaído y torpe –“distraído y fuera de forma”, le llaman los cronistas de futbol – Cuauhtémoc Blanco. O si bien Nery Castillo, con todo y su antipatía y prepotencia futbolera, digna de mejores astros deportivos, irá o no a Sudáfrica.

El tercer paso de la adicción por el rumor es el linchamiento –mediático, público, real y oportuno–, se trata de juzgar y señalar con el flamígero al personaje que a juicio del rumorólogo, debe ser quemado en leña verde y despellejado con cortaúñas.

Si le parece irreal, ficticio, incomprensible, pregúnteles por favor, a los señores Ericcson, Lapuente, al “Ojitos” Meza, Tena o Daniel Guzmán. Sin embargo, da igual si el lector le pregunta a César Nava, a Santiago Creel o a Jorge Serrano. Todos en su momento, fueron llamados al cadalso, por una razón que nunca le importará a nadie, porque lo que importa es la vendetta, diría el Rigoletto de Verdi. (Verdi, que antes de ser calle, escribió varias óperas y música clásica espléndida).

Sin embargo, fue esa misma metodología del rumor lo que llevó a Herodes, a Anás y a Caifás, a pedirle a Pilato que crucificaran a Jesús de Nazaret. Aquí viene la parte interesante: el especialista en rumores, jamás espera que la autoridad competente emita una resolución, porque el rumorólogo sentencia primero y averigua después.

El caso de Acteal es ilustrativo: “Se me hace que estos fulanos fueron, y ¡van pa’dentro!”; aunque muchos años después, alguien condolido les diga el infaltable: “¡Chín, nos equivocamos. Usté dispense!”. Y como Cachirulo, todos fueron felices para siempre.

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