Hace un par de semanas, las redes sociales informaron de la lucha que se pelea en el norte del país entre los cárteles de la droga, más específicamente en Tamaulipas, un estado que por años ha sido uno de los pasos más transitados para introducir narcóticos a EU. Sin embargo, hoy en día la lucha que se libra en la entidad ha sido silenciada por autoridades y medios de comunicación.
Twitter y Facebook son los principales medios que tienen las personas que viven en Tamaulipas para enterarse de lo que sucede. Por medio de estas redes sociales se informan en qué calles y avenidas de los poblados hay persecuciones, “levantones”, y se enteran sobre los posibles retenes montados por sicarios; ya que la guerra entre el Cártel del Golfo y los Zetas se desata cada noche bajo el amparo de la obscuridad.
Recientemente circularon por la red videos, en los que si no se aclara que se trata de México, pareciera que lo que vemos fueran las calles de Kabul (capitán de Afganistán); se aprecian camionetas chocadas y con agujeros de balas en los cristales, llantas ponchadas, cristales de supermercados rotos, cientos de casquillos percutidos en la cinta asfáltica, cuerpos. Una imagen surrealista para alguien que no sabe lo que pasa en esa entidad.
El silencio de los medios locales es un cómplice que deja pasmado al espectador, ya que la única información que tienen es de acontecimientos de nula relevancia.
La realidad es que pocas personas saben en verdad lo que pasa en Tamaulipas, ya que medios como “Milenio”, y más específicamente Ciro Gómez Leyva, se han encargado de hacer a un lado la información que proviene de esos lugares, con el argumento de que ninguna fuente oficial confirma lo dicho en las redes sociales. Lo curioso es que las “fuentes oficiales” confirman lo que sucede días después de ocurrido el hecho.
Lo preocupante del asunto es que ni el gobierno federal, ni el estatal y menos el municipal, hacen algo para detener la ola de violencia que se vive. Inclusive hay reportes en Twitter de que cuando los narcotraficantes llegan a un poblado, si hay algún miembro de fuerzas policiacas o militares, de inmediato se emprende la retirada, dejando a merced de las balas a los habitantes de la zona.
Pero de una u otra forma las personas comunes y corrientes empiezan a alzar la voz, y a emprender el trabajo que los reporteros dejaron de hacer algún tiempo atrás, ya sea por miedo o porque los medios están bajo el yugo del crimen organizado. Los ciudadanos comienzan a grabar y tomar fotos de lo que sucede con sus teléfonos celulares y lo suben a YouTube o a blogs, y gracias a ello podemos darnos una idea de lo que es vivir en una tierra sin ley ni orden, para la que el día a día transcurre entre la violencia más absurda.
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