Aunque las emociones se propaguen como los virus, no todas lo hacen a la misma velocidad. Una investigación realizada en la School of Management de la Universidad de Yale descubrió que la alegría y la cordialidad de los integrantes de un grupo de trabajo se transmiten más rápidamente que la irritabilidad y que la depresión, las cuales, por su parte, apenas si se contagian.
Esta mayor velocidad de transmisión de los estados de ánimo positivos tiene implicaciones muy directas para el funcionamiento del mundo empresarial, porque según el mencionado estudio, el estado de ánimo es el que determina la eficacia laboral y, en este sentido, el optimismo alienta la cooperación, la imparcialidad y el rendimiento.
La risa, en particular, ilustra perfectamente la importancia del circuito abierto y, en consecuencia, la naturaleza contagiosa de toda emoción. Cuando oímos reír a alguien, todos sonreímos o reímos automáticamente, poniendo así en marcha una reacción en cadena que se propaga de manera espontánea a través de todo el grupo.
La rapidez de esta difusión se asienta en la naturaleza abierta de los circuitos cerebrales implicados que, a su vez, se hallan especialmente diseñados para detectar la risa y la sonrisa, despertar nuestra alegría y provocar, de ese modo, una especie de secuestro emocional positivo.
La risa y la sonrisa son las más “pegajosas” de todas las señales emocionales y tienen un poder contagioso casi irresistible.
Tal vez ello se deba al benéfico papel que han desempeñado en el proceso evolutivo, ya que según especulan los científicos, se trata de una modalidad no verbal de establecimiento de alianzas que transmite un mensaje de distensión y amistad desprovisto de toda hostilidad.
La risa transmite un mensaje inequívoco de cordialidad. A diferencia de otras señales emocionales (como la sonrisa, por ejemplo, puede ser fingida), la risa se asienta en complejos circuitos neuronales fundamentalmente involuntarios que, en consecuencia, resultan más difíciles de simular.
Tal vez, pues, nuestro radar emocional pueda tener dificultades para discernir una sonrisa fingida, pero no tiene problema alguno en detectar de inmediato la falsedad de una risa.
Bien podríamos decir, desde una perspectiva neurológica, que la risa es la distancia más corta existente entre dos personas, porque sintoniza de inmediato sus sistemas límbicos.
Como ha señalado cierto investigador, esta reacción involuntaria constituye “la comunicación más directa posible entre las personas, una comunicación de cerebro a cerebro en la que el intelecto se limita a ser un mero espectador” y establece lo que podríamos denominar un “vínculo límbico”.
No debe sorprendernos, pues, que las personas que más confían en los demás sean las que rían con mayor facilidad y frecuencia, mientras que, por su parte, quienes desconfían o se encuentran a disgusto, ríen muy poco… Si es que lo hacen.
La risa es el termómetro más fiel de la temperatura emocional de un grupo de trabajo y proporciona una medida inequívoca del grado de conexión existente entre los corazones y las mentes de los implicados.
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