.. hace 5 minutos. Mientras muchos siguen hablando de cómo insertarse en la Web 2.0, la realidad es que estamos entrando a la tercera generación. Para muchos es cuestión de décadas: en los 90 apareció Internet –primera generación–; en la primera década del siglo XXI, las redes sociales y nuevas tecnologías dieron paso a una nueva ola en la red. Pero con el inicio de la segunda década del nuevo siglo, con el avance tecnológico y la evolución de Internet, nos preguntamos: ¿qué sigue?... los dispositivos móviles.
A finales del año pasado según la Internet World Stats (IWS) en el mundo hay mil 596 millones de usuarios conectados, que representa el 23.8 por ciento de la población mundial. Sólo en México, según números de la Asociación Mexicana de Internet (Amipci) presentados durante 2009, hay 18.2 millones de computadoras; 11.3 millones tienen acceso a Internet.
En el 2000, el 12 por ciento de la población mundial tenía un celular, hoy en día es más del 60 por ciento. En México hay poco más de 73 millones de teléfonos móviles según la Amipci. Con la oleada de smartphones y teléfonos 3G –incluso ya se habla de 4G– lo de hoy es estar conectados a toda hora y en todo lugar.
Pero... ¿qué tan conectados? Es inevitable volver la vista atrás y darnos cuenta de lo mucho que ha cambiado el mundo en el que vivimos en tan poco tiempo. Aunque parecería simple y aburrida nostalgia:
De cuando no existían celulares y tus papás se ponían histéricos porque no te localizaban; cuando una pareja separada por la distancia avivaban su relación con cartas escritas a mano y que tardaban hasta meses en llegar porque no existía el mail; cuando tenías que esperar todo el fin de semana para contarle a tus amigos cómo te había ido con ese niño o niña, porque no existían redes sociales para “postearlo”; y una semana para revelar las fotos de tus últimas vacaciones, porque no existían las cámaras digitales.
Hoy, a menos de que apagues u olvides tu celular no te localizan; puedes tener una larga conversación con tu novio, amistad o socio de negocios a través de algún servicio de mensajería instantánea a pesar de la distancia; no tienes que esperar a que acabe la fiesta para “postear” lo que se te ocurra o subir alguna foto a Facebook o Hi5.
Sí, estamos más conectados. Reencontramos a amigos de primaria, secundaria y prepa en las redes sociales. No perdemos contacto con la familia que vive en otro estado, país o continente. Todo el mundo puede saber lo que estás haciendo, pensando o escuchando.
Pero... (como todo tiene un lado bueno y uno malo) junto con todas esas bondades escuchamos de los riesgos que existen en la red: perdida de identidad, fraudes en la banca, adicción a la red, prostitución, pornografía, secuestros... y la lista sigue. Pero, hay que decirlo, el problema no es la tecnología, sino el uso que le damos.
Seamos conscientes de ello. Cuando vamos a una comida familiar y no soltamos el celular o iPod; cuando llegamos a casa y en vez de estar con la familia sacamos nuestra computadora para “seguir trabajando” y nos la pasamos jugando, viendo videos o contestando correos; cuando estamos más preocupados por quién nos llama, quién nos contesta nuestro último “post” o quién nos manda un mensajito, que por lo que me está diciendo la persona que tengo enfrente, tenemos un problema.
No hay que perder de vista la finalidad de las nuevas tecnologías ni que, como todo, estas acciones tienen un momento y un lugar.
En la iglesia a la que voy hay un letrero que siempre me ha causado mucha gracia: “Hoy recibirás una llamada, pero no en el celular, por favor apágalo”. Caray, es que ya no respetamos nada.
No nos damos cuenta que la tecnología que dice “mantenernos en contacto” nos está alejando. ¡Bien! Platicas todo el día con tu amigo que vive en la India, pero ¿que hay de la persona que tienes a un lado? ¿Acaso es más importante el último “post” de Face que lo que te está diciendo? ¿Acaso no lo puedes ver después?
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