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miércoles, 3 de marzo de 2010

Líder: orientando las emociones

El circuito abierto (aquel que atañe a las relaciones con el otro) posibilita la interrelación continua entre los sistemas límbicos de los integrantes de un grupo, una especie de sopa emocional que cada cual sazona con su peculiar especia.

En el ámbito empresarial, sin embargo, corresponde al líder añadir el ingrediente fundamental, porque todas las miradas convergen en él en busca de orientación emocional. Y esto es algo que ocurre aun cuando el líder no se halle presente.


Así lo evidencia una investigación realizada con un directivo que trabajaba recluido en un despacho a puerta cerrada en la última planta, cuyo estado de ánimo se transmitió a sus subordinados directos y acabó contagiando, en una especie de efecto dominó, el clima emocional de toda la empresa.

La observación minuciosa del funcionamiento del grupo pone de manifiesto el papel fundamental que desempeña el líder en el clima emocional colectivo. En este sentido, hay que subrayar que los líderes suelen hablar más y que sus palabras son escuchadas con mayor atención.

Por lo regular son los primeros en sacar a colación un determinado tema y los comentarios de los demás suelen referirse con más frecuencia a sus palabras que a lo que haya dicho cualquier otra persona.

Esto es, precisamente, lo que confiere tanta importancia a su punto de vista y que lo convierte en el “gestor del significado” de un grupo, al tiempo que proporciona pautas para que los demás interpreten y reaccionen emocionalmente ante una determinada situación.

Pero el efecto provocado por el líder en las emociones del grupo va más allá de sus palabras, porque según ha revelado la investigación, la atención de los presentes se dirige más a él, que al resto, aun cuando se trate de una persona más bien lacónica.

Así cuando, por ejemplo, alguien plantea una pregunta abierta a todo el grupo, los ojos de los presentes se dirigen hacia el líder para ver cuál es su reacción. En efecto, sucede que los miembros suelen valorar muy positivamente la respuesta emocional del líder y en torno a ella articulan la suya, especialmente en el caso de situaciones ambiguas en las que los distintos miembros reaccionan de manera diferente.

En cierto sentido, pues, podríamos concluir diciendo que el líder es la persona que determina, de manera explícita o implícita, la norma emocional del grupo.

Los líderes aprueban o censuran, critican constructiva o destructivamente y respaldan o hacen caso omiso de las necesidades de los demás. Ellos son los únicos que pueden formular el quehacer de un grupo de un modo que proporcione o despoje de significado a sus actividades.

El líder puede transmitir claridad y orientación y alentar la flexibilidad, permitiendo así que todo el mundo dé lo mejor de sí para alcanzar el objetivo previsto… y el modo en que lo haga determina su impacto emocional.

Pero el liderazgo emocional no siempre se halla en manos del líder “oficial” del grupo. Cuando por un motivo u otro el líder carece de credibilidad, los empleados buscan la orientación emocional de las personas en las que confían y a las que más respetan.

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