Película de la directora Kathryn Bigelow que describe las misiones de un escuadrón antibombas estadounidense en las calles de Irak, después de la captura de Saddam Hussein, para proteger tanto al ejército como a los civiles inocentes.
Ante la pérdida del oficial a cargo, el equipo queda al mando del temerario sargento William James (Jeremy Renner), lo que constituye un estresante cambio para sus dos subordinados, acostumbrados a la disciplina y metodología que conocían, en la que todos trataban de seguir los procedimientos y, especialmente, intentaban sobrevivir los pocos días que les faltaban para cumplir su servicio.
El nombre la película en inglés proviene de una metáfora que los soldados usan para describir las consecuencias de una explosión, que dejará a la víctima en el “armario que provoca heridas” (hurt locker), según los relatos ficticios del periodista independiente Mark Boal, basados en sus experiencias reales como reportero incorporado a un escuadrón semejante durante la guerra en Irak, y que Bigelow ya había tratado como guión en parte de la serie de televisión “The Inside”.
Según Boal, el objetivo del filme es narrar la guerra en Irak desde el punto de vista de los soldados, presentando lo que no se puede ver en los noticieros simplemente porque los reporteros no son asignados con estos equipos. Y Bigelow sin duda lo consigue…, a manera de un documental, aunque no de los modernos de Discovery Channel o National Geographic.
La fotografía, la paleta de colores y la edición son excelentes y nos hacen sentir el medio de la misión, pero el problema es que no hay una línea narrativa, ni desarrollo de los personajes, por lo que su destino resulta indiferente y el espectador difícilmente se involucra más allá de imaginar un poco la tensión a la cual deben estar sujetos estos hombres.
Por otro lado, la directora no toma ninguna postura respecto a la situación política, y los civiles son presentados ambiguamente, tanto como posibles inocentes, como potenciales asesinos suicidas, o al menos parte de una emboscada, sin importar su sexo o edad, lo que resta valor al riesgo que corren estos hombres.
Así, el protagonista no es más que un individuo que lo único que tiene claro en la vida es que es adicto a la adrenalina que le produce desactivar las bombas, aunque él lo justifica para sí mismo como que hay pocas personas que lo pueden hacer. Es temerario y arriesga desconsideradamente la vida de su equipo, con la alabanza de algunos oficiales, lo que parecería poco creíble.
Quizá lo más interesante es darse cuenta que aunque en algunos noticieros y diarios se presentan los estereotipos de los soldados estadounidenses como unos desalmados y a los iraquíes como víctimas que luchan contra un invasor, es evidente que, como en todas las guerras, el daño causado al soldado, hacia sí mismo y hacia los demás, es terrible, y la línea entre el bien y el mal puede quedar desfigurada fácilmente por las circunstancias.
Clasificación: B15 (Estados Unidos: R, adultos)
Acción y violencia intensas, propias de las películas del género bélico; consumo de tabaco y alcohol; se muestra el cadáver descuartizado de un niño de aproximadamente 12 años.
Frases Memorables:
“La urgencia de la batalla es a menudo una adicción letal y potente, porque la guerra es una droga”.
“Dos pulgadas más, la metralla zumba y corta mi garganta. Me desangro como un cerdo en la arena. A nadie le importa. Quiero decir, les importa a mis padres, pero ¿ellos qué? ¿A quién más? Ni siquiera tengo un hijo”.
“(Me doy cuenta, pero no sé por qué) que cada vez que nos vestimos y salimos, se trata de la vida lo la muerte. Lanzas los dados y lo enfrentas”.
“Cualquiera que pase en una camioneta blindada y estamos muertos. Cualquiera al que le parezcamos extraños y estamos muertos. La verdad es que lo que importa es que si estás en Irak estás muerto. ¿Cómo se supone que un maldito tanque lo va a evitar?”.
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